-XIV-
Lo que se mira pero no puede ser visto está más allá de la forma;
lo que se escucha pero no puede ser oído está más allá del sonido;
lo que se agarra pero no puede ser tocado está más allá del alcance;
son cosas tan profundas que evaden la definición,
y pasan a ser un misterio.
En su ascenso no hay luz, en su caída no hay oscuridad,
un hilo continuo más allá de la descripción,
perfilando lo que no puede existir,
su forma es no-forma,
su imagen es ninguna,
su nombre es misterio,
afrontándolo, no tiene rostro,
siguiéndolo, no tiene espalda.
Comprende el pasado, pero atiende el presente;
de este modo se conoce la continuidad del Tao,
el cual es su esencia.
-XIV-
¡Míralo, pero no puedes verlo!
Su nombre es Sin-Forma.
¡Escúchalo, pero no puedes oírlo!
Su nombre es Inaudible.
¡Agarra lo, pero no puedes atraparlo!
Su nombre es Incorpóreo.
Estos tres atributos son insondables; por ello, se funden en uno.
Su parte superior no es luminosa: su parte inferior no es oscura.
Continuamente fluye lo Innombrable,
hasta que retorna al más allá del reino de las cosas.
La llamamos la Forma sin forma, la Imagen sin imágene.
Lo llamamos lo indefinible y lo inimaginable.
¡Dale la cara y no verás su rostro!
¡Síguelo y no verás su espalda!
Pero, provisto del Tao inmemorial,
puedes manejar las realidades del presente.
Conocer los orígenes es iniciarse en el Tao.
-XIV-
Se le llama invisible porque mirándole no se le ve.
Se le llama inaudible porque escuchándole no se le oye.
Se le llama impalpable porque tocándole no se le siente.
Estos tres estados son inescrutables
y se confunden en uno solo.
En lo alto no es luminoso, en lo bajo no es oscuro.
Es eterno y no puede ser nombrado,
retorna al no-ser de las cosas.
Es la forma sin forma
y la imagen sin imagen.
Es lo confuso e inasible.
De frente no ves su rostro por detrás no ves su espalda.
Quien es fiel al Tao antiguo
domina la existencia actual.
Quien conoce el primitivo origen posee la esencia del Tao.
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