30.1.06

Trigésimoprimero.

-XXXI-

Los soldados son herramientas de violencia, temidos por todos;
el sabio no los empleará.
Su propósito es la creación; el de ellos es la destrucción.
Las armas son herramientas para la violencia, no para el sabio;
el las usará cuando no hay otra elección,
pues valora la paz y no se deleita en la conquista.
Pues quien se deleita en la conquista
se deleita en el sufrimiento de los hombres;
y quien se deleita en el sufrimiento de los hombres no puede controlarlos.
Los que matan en la guerra deberían llorar
y celebrar la conquista con un funeral.


-XXXI-


Las buenas armas son instrumentos nefastos,
odiados por los hombres.
Por eso el hombre del Tao las evita.
En la vida cotidiana, el caballero considera la izquierda como el lugar de honor,
mientras que, en tiempo de guerra, lo es la derecha.
Dado que las armas son instrumentos del mal,
no son adecuadas para el caballero.
Cuando el uso de las armas es inevitable,
lo mejor es permanecer en calma.
Ni siquiera en la victoria hay belleza,
y quien la encuentra bella
es alguien que goza con la matanza.
El que goza con la matanza
no prevalecerá en el inundo.
Para las cosas de buen augurio se prefiere el lado izquierdo.
Para las cosas de mal augurio se prefiere el lado derecho.
El lugarteniente se coloca a la izquierda,
el general se coloca a la derecha.
Esto quiere decir que la guerra se considera como un funeral.
Hay que llorar con gran tristeza las grandes matanzas.
Una victoria debe celebrarse con el rito funerario.


-XXXI-

Las armas son instrumentos nefastos,
odiados por todos los seres.
Quien posee el recto SENTIDO
no quiere saber nada de ellas.
En la vida diaria la izquierda es para el noble el puesto de honor.
Pero en la guerra, lo es la derecha.
Las armas son instrumentos nefastos que no convierten al noble.
Solo las usa cuando no queda más remedio.
Sobre todas las cosas, aprecia la calma y la paz.
Cuando vence, no se regocija en su victoria.
Alegrarse sería como festejar los asesinatos cometidos.
Quien se alegra de un homicidio no alcanzará la meta que persigue.
En la dicha, consideramos que el puesto de honor está a la izquierda.
En la desdicha, que lo está a la derecha.
El general adjunto ocupa la izquierda, el general en jefe, la derecha.
Ocupa, pues, el sitio que le correspondería
según es costumbre en las ceremonias fúnebres.
Matar a un gran número de hombres ha de lamentarse con lágrimas compasivas.
El vencedor de la batalla ha de llevar luto como en un funeral.

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